viernes, 4 de enero de 2013

La hora de la verdad frente a la báscula

Mis intakes de ayer y de hoy fueron horrorosos, rondando las 2000 kcal ambos días y sin hacer nada en todo día. No he podido evitar los atracones cuando me ponen el chocolate y los fritos debajo de la nariz. Hoy era el día de abandonar Shittytown y volver a mi piso de estudiantes. Por una parte me da pena, claro, pero por otra tenía ganas de salir de la casa de las tentaciones y, además, enfrentarme a la báscula.

Me he pesado justo antes de cenar. Mi rutina es hacerlo cuando me despierto, justo después de ir al baño, porque por la noche suelo pesar sustancialmente más. Me he subido mirando hacia arriba, con miedo, pensando en el 53-54 que seguramente iba a aparecer en la pantalla. La báscula digital ha empezado a calcular y, después de unos segundos interminables, sentenciándolo con el estridente pitido que indica que ha tomado una decisión, me ha dado su veredicto. He respirado profundamente, me he bajado y me he asomado al monitor. 50,7. ¿Qué? He vuelto a pesarme. 50,7.

Ha sido como un regalo, un momento de euforia indescriptible. Lo malo es que no ha durado mucho porque,  a pesar de lo que dice la báscula, noto que he engordado más. No son paranoias mías, los pantalones no me vienen como antes, me vienen como cuando estoy en 53-54, por eso me calculaba ese peso.

Sin embargo, ¡¡qué coño!!, sólo 51 kilos después de un mes sin controlarme con la comida. ¡Yuhu! =)

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